Entusiasmado he realizado los papeles al pie de la letra, tomando en cuenta que es la primera vez que voy a solicitar por cuenta propia una visa de estudios. Llego a la embajada italiana lleno de esperanza, feliz por la posibilidad de conocer uno de los países más hermosos, su cultura, su gastronomía y su gente. Con una mezcla de nerviosismo y emoción me acerco a la ventanilla en la cual se encuentra una mujer de lentes, debe encontrarse alrededor de los 50 años. Lleva el pelo corto a nivel de los hombros y un suéter tejido. Presento los papeles en la ventanilla y después de no mucho más de cinco segundos comienzan a volar los documentos.
– Esto no es… esto no sirve…
Atónito observo cómo regresan bruscamente los papeles, como si viniesen traídos por un ventarrón. Decepcionado bajo la cabeza para recogerlos y escucho decir «Señor, estoy hablando con usted, por lo menos míreme», esta frase se acompaña de una sonrisa llena de sarcasmo. Aparte de un par de miradas llenas de oscuridad interna o alguna especie de odio a la sociedad, no recibo mucha información y mucho antes de poder preguntar algo, se escucha por el parlante un fuerte y decidido «Siguiente!»
Con paso lento me retiro de la sala de espera e inmediatamente me entra una ola de decepción, tristeza e impotencia. Dónde se guardan los sueños y el entusiasmo con el que había llegado cinco minutos antes? Al salir a la calle siento una mano en el hombro y al girar miro a un chico de 20 años aproximadamente que me dice «no eres ni el primero ni el último, ella es así, tranquilo» Con paso apresurado recibo indicaciones de lo que debo hacer y corregir, siento que ese chico me ha devuelto un poco la esperanza.
Rápidamente y en el transcurso de unas pocas horas, realizo todo lo mencionado y así después de haber recobrado un poco la ilusión, regreso en la mañana siguiente. Al entrar nuevamente en la sala de espera miro que además de la señora del día anterior, se encuentra un hombre delgado, los años y la genética se hacen presentes en su calvicie. Se encuentra agitando papeles, parece que se los hubiesen desordenado. Nuevamente escucho por el parlante la voz de aquella señora «Siguiente!» Después de recibir mis papeles, sin antes haber dado una muestra de cortesía como un «buenos días», gira y le dice en italiano a su compañero: «Tu hazte cargo de éste, tú decide», se dirige a mi y con un tajante «tome asiento» no me queda otra opcion que seguir su orden, más que su petición.
Despues de algunos minutos que fueron meses, soy llamado por aquel señor, pero para mi sorpresa soy recibido con un «buenos días doctor», desde allí las cosas cambian. Después de charlar un poco, me explica que un documento de inscripción debía ser presentado en italiano y mientras me tomo el tiempo explicándole que las oficinas administrativas del instituto al que estoy inscrito se encuentrna en España, y por eso el motivo por el cual viene escrito en español, somos interrumpidos por la famosa señora de lentes la cual dice «pues si se inscribió en España, sería mejor que estudie allá». Esa fue la señal final para que aquel hombre, siempre muy amable, me pida que regrese otro día con un documento ya sea traducido o enviado desde las oficinas en Italia, las cuales cabe recalcar, no existen.
Entonces me pregunto yo; y si fuera al revés? si yo fuera un doctor de lentes de 50 años con un problema social, carente de educación, el cual disfruta de lanzar sonrisas sarcásticas a la gente que viene llena de esperanzas, buscando mi ayuda y siendo totalmente dependiente de mis decisiones.
Cuanta gente llega a esa sala de espera con la ilusión de encontrarse con su familia, conseguir un trabajo o continuar los estudios teniendo la idea de que ha hecho la mejor elección para ello, y después de cinco eternos minutos sus ilusiones son destruidas tras una sonrisa hipócrita. Después de todo no es tan distinto a lo que hacemos los médicos, ayudar a la gente a alcanzar objetivos, continuar su vida como antes, o incluso mejor.
Sea amable, salude y despídase, aprenda a decir por favor y gracias, atienda siempre con calidez y calidad, y si en sus manos está tomar una decisión que puede cambiar la vida de una persona, piense que al día siguiente puede ser su hijo el que necesite esa ayuda que usted está negando.
«Se puede admitir la fuerza bruta, pero la razón bruta es insoportable » Oscar Wilde