La violenta danza de peones y labios

Tengo impresa en la retina tu imagen, tumbada de espaldas, desnuda desde el cuello hasta la gloria, entregándome tu piel para que se convierta en el escenario en el que mis dedos bailen sus danzas de crema y caricias. Te rozo suavemente y en cada centímetro siento una corriente que comunica mi espina con tu piel. Entierro en tu carne las yemas de mis dedos, para que así sientas la intensidad con la que te deseo. Me siento entre tus piernas para tratar de esconder el despertar de mi cuerpo, recuesto mi pecho en tu espalda y llega aquella sensación como cuando el agua del mar toca por sorpresa los pies, con furia pero delicada a la vez. Llevo mis manos hacia adelante… mis dedos encuentran en la cima de tus montes aquellas banderas con las cuales danzar fervientemente, celebrando la llegada a la cumbre de tus pechos.

Mi cuerpo quiere estallar, aquella sensación que desgarra el pecho y llena el alma, eriza la piel y calienta el cuerpo. Trato de controlar mi instinto porque se que aún me falta mucho por descubrir.

Un poco de crema en la yema del índice y haciendo una presión delicada pero continua, recorro hacia abajo tu columna, mientras puedo ver como se contraen tus manos alrededor de la manta, al compás de tu agitada respiración. Se convierte en una autopista que me lleva a soñarte en todos los pecados, pero me detiene la suave tela de tu pantalón. Uno de mis dedos escurridizos se cuela por debajo de la costura y allí encuentro el vértice, formando un espacio hecho solamente para mí, para colocar un poco de vino y beber como si fuera el cáliz del cielo.

Mis labios no aguantan mas y furiosos se hunden en la grieta que divide tu espalda, lentamente bajo hacia tus muslos donde se desata la hoguera de mi pecho.

Como ladrones, mis manos buscan desesperadas tu tesoro y descubro las orillas de un furioso y húmedo mar, que esconde bajo sus aguas, en su vértice, el botón de las puertas del cielo. Lentamente continúo por tus piernas, retirando con discreta ayuda tus prendas que elevan más la furia de mi deseo. Mis manos se distraen jugando entre tus curvas pero son solamente los peones que intentan distraerte, mientras que silenciosamente relinchan mis labios, violentos y listos para embestir detrás de las curvas de tu intimidad. Con ellos, lentamente llego al punto donde tus piernas convergen, y puedo sentir como se baña mi alma con la ambrosía que emana de tu piel. Tu cuerpo se convierte en un conjunto de músculos que se contraen en un caos dirigido por tus ruidos, músculos que convulsionan cada vez que mi lengua te entrega muestras de su ostentosa y desesperada danza para ti.